UNA CRISIS ECONÓMICA SORPRENDENTE, 2007-2012

Los últimos años del siglo XX y los primeros del siguiente fueron tiempos de prosperidad, tras las desconcertantes crisis petrolíferas de los años setenta. La renta real per cápita mundial media pasó de 5400 dólares en 1980 a 8500 en el 2005. La esperanza media de vida creció y las tasas de mortalidad infantil y de pobreza descendieron. Queda todavía una inmensa tarea por hacer, pero estos datos son incuestionables y ponen de manifiesto que las políticas de apertura de mercados, control de las tasas de inflación, privatización de sectores amplios de la economía y empresas públicas, así como la consolidación presupuestaria, produjeron los efectos positivos esperados. Pero de repente, para sorpresa de todos, estalló una crisis bancaria y financiera en los Estados Unidos que se extendió como un reguero de pólvora a la Europa insular y continental, desarticulando los sistemas de crédito y socavando gravemente la confianza que teníamos depositada en nuestras instituciones monetarias y financieras.

Es verdad que la principal economía del mundo y eje del sistema monetario internacional viene arrastrando, desde hace tiempo, unos desequilibrios en sus presupuestos y cuentas exteriores que han ocasionado a su sistema bancario problemas en más de una ocasión. Pero nada parecido a lo sucedido ahora, de modo que nos ha parecido oportuno indagar y centrar nuestra atención en los fundamentos mismos de nuestro sistema monetario y de crédito, para ayudar a dar una respuesta a los problemas que está presentando la recuperación, tras la crisis, del crecimiento de nuestras economías.

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